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La leyenda de los almendros en flor

Texto

Hace mucho tiempo, cuando Portugal todavía no existía y la región de Algarve pertenecía a los árabes, vivía un rey moro que no conocía derrotas: el joven Ibn Almundim.

Un día vio a la hermosa Gilda entre los prisioneros de una batalla. Gilda era una delicada princesa rubia de ojos celestes tan encantadora que todos la llamaban "La Bella del Norte". Impresionado, el rey moro le otorgó la libertad y, poco a poco, fue ganando su confianza hasta que un día le declaró su amor y le pidió que se casara con él. Ella aceptó, convirtiéndose así en su mujer y su reina, pero, a pesar de que la boda fue grandiosa, parecía sumergida en una gran tristeza. Es que Gilda tenía nostalgia de no poder ver campos nevados, como en su tierra. Entonces, el rey, temiendo perder a su dulce esposa, tuvo una idea: ordenó plantar almendros en la región de Algarve entera. Para la primavera, todos los árboles ya estaban en flor. El buen rey llevó a su bienamada a la terraza más alta del castillo para contemplar juntos el paisaje. Al ver todas aquellas flores blancas que se extendían hasta el horizonte Gilda creyó que se trataba de un espeso manto de nieve y, gritando de alegría, se puso a aplaudir e inmediatamente se curó de la tristeza.

Los reyes vivieron muchos años de intenso amor, esperando impacientes la llegada de las primaveras que traían consigo aquel maravilloso espectáculo de almendros en flor.

Referencias

Cuento tradicional portugués.