Pasar al contenido principal

El Pequeño Tren Amarillo

Texto

El Pequeño Tren Amarillo

Había una vez un pequeño tren amarillo que unía dos pueblos, Vilefranche del Conflent y Latour de Carol. Era amarillo y era conocido como el pequeño Tren amarillo.

El pequeño Tren amarillo admiraba sus antepasados que habían tenido una vida llena y había servido en muchos servicios. Transportaban los minerales que los hombres extraían de las minas, las cosechas de Cerdanya y el Capcir como patatas, peras o cereales. Incluso transportaban el ganado como carneros y ovejas.

También eran ellos quienes transportaban la población, la paquetería, el correo postal y el periódico que les informaba. Los antepasados del pequeño tren amarillo habían transportado gente famosa, ministros…

Lleno de nostalgia, el pequeño tren amarillo se aburría. No pasaba nada en su línea… nada de nada. Incluso la gente de la zona no se preocupaba por él.

Un día, las rocas decidieron distraer el pequeño tren amarillo. Así pues, tramaron un plan.

El plan se ejecutó una tarde, a las seis, justo antes que pasara el pequeño tren amarillo.

El tren circulaba esa tarde con un aire triste cuando, de repente, el conductor vio un desprendimiento sobre la vía y frenó a fondo. El pequeño tren amarillo paró justo delante de la barrera creada por la caída de los bloques de granito.

El pequeño tren amarillo dijo: “por fin pasa alguna cosa en mi línea. ¡Llegaré tarde como pasa con los trenes de las grandes líneas!” Una sonrisa se dibujó en su cara.

El tiempo pasó y la animación provocada por las rocas se olvidó. De nuevo, nuestro pequeño tren amarillo estaba triste y se aburría.

Poco tiempo después, las plantas que crecen a lo largo de la línea empezaron a hablar. Todas estuvieron de acuerdo por actuar y devolver la sonrisa al pequeño tren amarillo.

Un gran pino propuso que tiraría una de sus grandes ramas, con la ayuda del viento, justo en el momento en que pasara el pequeño tren amarillo. Dicho y hecho y… ¡catástrofe! ¡Descarriló!

El tiempo pasó y la animación provocada por las rocas y las plantas se olvidó. De nuevo, el pequeño tren amarillo estaba triste y se aburría.

Otro día, más adelante, fueron los animales quienes decidieron distraer al tren amarillo. Había un ciervo y algunas hembras, cabritos y algunos jabalíes…

Toda esta pandilla esperaba el tren amarillo en la vía para acompañarle durante un tramo. Mientras tanto, algunos se divertían saltando de un raíl al otro, hacían volteretas por todos lados. ¡Parecía que estuviéramos en el circo!

¡Y lo que tenía que pasar pasó! De pronto, uno de los jabalíes puso sus dos patas delanteras encima del tercer raíl y se electrocutó. Justo en ese momento, el pequeño tren amarillo llegó. El pequeño tren amarillo volcó.

El tiempo pasó y la animación provocada por las rocas, las plantas y los animales se olvidó. De nuevo, el pequeño tren amarillo estaba triste y se aburría.

Entonces, fue la nieve quien decidió hacer revivir al tren amarillo una experiencia de antes. ¡Las personas no habían visto algo igual desde hacía un siglo! El pequeño tren amarillo quedó inmovilizado en una espesa capa de nieve que cayó de golpe. No tuvo tiempo de llegar a la estación de Font-Romeu. Lo encontraron cerca de la carretera nacional que une Font-Romeu con Bourg-Madame.

Aquella tarde, la gente que había quedado bloqueada por la nieve se había perdido entre la tormenta. Vieron la luz y cuando se acercaron, reconocieron al pequeño tren amarillo.

Alertados por radio, los hombres y los guardianes de la línea enviaron el tren quitanieves para socorrerlo.

Se habló de este acontecimiento en todos los periódicos del país. ¡El pequeño tren amarillo había salvado vidas durante una noche de tormenta! ¡Qué gloria!

El tiempo pasó y la animación provocada por las rocas, las plantas, los animales y la nieve se olvidó. Su éxito sólo duró un tiempo. De nuevo, el pequeño tren estaba triste y se aburría.

Era un verano muy caluroso. Una abuela había regalado a su nieto, por su cumpleaños, un viaje en tren desde Vilefranche de Conflent hasta Enveitg. El niño había admirado durante todo el viaje los paisajes espléndidos y para él, inolvidables.

Llegado al terminus, el niño se colocó en el andén, al lado del pequeño tren amarillo, cerca del primer coche, donde va el conductor del tren. Acarició el tren y le dijo: «Gracias por este magnífico viaje que me has dado. Yo, cuando seré grande, quiero ser conductor del pequeño tren amarillo».

Aquel día, el pequeño tren amarillo entendió por fin que no debía tener vergüenza de lo que era ya que él también era capaz de hacer soñar a los niños… ¡e incluso a los mayores!

Más tarde, cuando el niño se convirtió en adulto, fue conductor del pequeño tren amarillo. Juntos, aún hoy en día, ¡disfrutan de cada viaje!

 

Livre numérique interactif

Le petit train jaune

Références

Ce conte a été créé par le lycée Le Mas Blanc.